Todas las personas, racializadas o blancas, pasamos por un proceso al entrar en contacto con el racismo, ya sea porque lo sufrimos o porque tomamos conciencia de su existencia y sus impactos. Para las personas racializadas esto implicará mucho movimiento identitario, psicológico, emocional y relacional que traerá consigo reacciones, actitudes y maneras de ver el mundo ante las diferentes situaciones a las que se enfrenten, muchas de ellas discriminatorias, paternalistas, criminalizantes, o exotizantes. Para las personas blancas, comportará el reconocimiento de que también forman parte de un grupo racial que la sociedad ha colocado en lo más alto de la jerarquía social, y que esto se traduce en una serie de ventajas y beneficios que las personas racializadas no disfrutan. Esto también despertará en elles emociones y actitudes complejas e incómodas al empezar a procesar esta información y sus implicaciones.

Al ir atravesando las diferentes etapas de este proceso, llegaremos a un punto donde podamos integrar las implicaciones simbólicas y reales de vivir en una sociedad que clasifica racialmente a las personas para poder ir más allá y poner nuestra resiliencia (en el caso de las personas racializadas) y nuestros privilegios (en el caso de las personas blancas) al servicio de un deseo común: crear un mundo más justo e equitativo para todes.